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Ansiedad Social

Un paciente hizo una cita cuyo origen no supo recordar y era más o menos así: “lo más importante no es quién eres o quién crees ser, tampoco quien los otros creen que eres; lo más importante a la hora de estar con otros, es quien crees que eres para ellos”. Con esa cita me intentó comunicar el peso que tenía esa ficción, el que creemos ser para otros, especialmente en el plano de lo social.

Esto me llevó a preguntarme si he descuidado, en mi trabajo con pacientes adultos, el ámbito de la ansiedad que nos puede producir la socialidad, incluso si es que somos relativamente efectivos en ella. Creo que es un tema que habitualmente converso con los más jóvenes o adolescentes, pero con los adultos tiendo a olvidarlo, especialmente cuando me veo frente a personas desenvueltas que parecen tener este plano de la vida resuelto, como suponemos que los adultos debiésemos tener.

No hablo de la ansiedad social como diagnóstico clínico, sino simplemente de la ansiedad que nos produce la socialidad. Este campo, es amplio y merece que nos detengamos un poco.

¿Cuántos de nosotros nos sentimos fatigados frente a una conversación con amigxs o conocisdxs? ¿Cuánto asistimos a asuntos por miedo de perdernos algo, pero sin reales ganas de participar ese día o esa noche? ¿Cuánto hemos echado de menos la “poda social” que tuvo la pandemia? ¿Salimos a veces sobre pensando si es que hicimos o dijimos algo mal en esas conversaciones, repasando los diálogos una y otra vez? O, por otro lado ¿Cuánto nos cuesta saber si somos o no importantes para otros? ¿Cuánto nos cuesta expresarnos para los demás?

Pensando estas preguntas, caí en cuenta de que como adultos hablamos poco de nuestro ser social, cómo nos sentimos cómodos y cómodas, y qué nos pasa con la socialidad más allá de pasarlo bien. Esto sin duda merece detenimiento, pero también se abre otro elemento quizás más profundo que se desprende del mismo: Cuánto pensamos en el valor de la amistad.

¿Qué valor, sentido y lugar tiene la amistad en nuestras vidas? No digo la amistad como el cumplimiento de un compromiso tácito, o la amistad como una necesidad de socialización, sino la amistad como el cultivo de una relación enriquecedora.

¿Qué pasaría si dejásemos de pensar en la socialidad y pensásemos en la amistad?

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Una reflexión escrita por Ariel Berezin, psicólogo clínico y socio fundador de Grupo Clínico Sur.

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