¿De qué conversamos los hombres?
Hace un par de semanas se viralizó en redes sociales un breve discurso del popular luchador britanico de UFC, Puddy Pimblett. En una arena repleta de fanáticos y solo minutos después de concluida la violenta pelea, Puddy cambia el tono de la entrevista para hablar del suicidio de un amigo: “Existe un estigma en este mundo respecto a que los hombres no podemos hablar (…) Si eres hombre y sientes que no tienes salida, habla con alguien, habla con quien sea. Yo se que prefiero que mi amigo llore en mi hombro hoy, a tener que ir a su funeral la próxima semana”.
Son breves segundos y pocas líneas, las que son capaces de llevarnos a la perturbación que toda noticia de suicidio genera, pero también sus palabras nos interpelan personalmente.
Estamos rodeadxs de discursos e ideas que nos ayudan a comprender este “silencio masculino”. Las expectativas en relación a los hombres predominantes en nuestra época marcan dinámicas de socialización que -para muchos- resulta en mayor aislamiento y dificultad para hablar de nosotros mismos.
Con poco esfuerzo, recuerdo conversaciones recientes que aluden a este tema:
Un paciente joven se justifica: “Es que si le digo a mis amigos que fui a la psiquiatra, me van a tratar diferente”.
Una mujer comenta de su pareja (para que yo lo entienda mejor): “es que él no tiene tantos amigos, no habla mucho. Yo soy mucho más sociable”.
Una pareja comienza a construir intimidad y mundo en conjunto, y ella le hace una pregunta: “¿Tu hablas de sexo con tus amigos?”
Semanas más tarde, él le cuenta que se lo comentó a sus amigos para poner a prueba la idea, pero solo obtuvo variaciones de la misma respuesta: “¿Y por qué hablaríamos de eso? (…) ¿Qué quieres que te cuente? (…) Nos enseñaron a que no se cuentan esas cosas (…) los caballeros no tienen memoria”.
Que no se hable, no significa que no se sienta, que no ocurra. El “silencio masculino” deja sin lugar experiencias que son importantes.
¿De qué hablamos los hombres entre nosotros?
¿De qué hablamos cuando hablamos de desamor, de sexo, de familia, de nuestras ambiciones, de nuestros dolores?
¿De qué hablamos cuando hablamos de nuestros hijos, de nuestros padres?
¿Qué dejamos sin decir cuando hablamos de estas cosas?
La necesidad de cambiar estas prácticas, pasa por enriquecer la manera en que nos entendemos como hombres para incorporar la posibilidad de que nosotros, como parte natural de nuestro día a día, digamos algo sobre lo que nos pasa. Ponerle nombre a algunas cosas, y así, abrir caminos de comprensión para nuestra vida y poder vivir mejor.
*Comentario aparte merece el impulso en esta dirección que viene de un segmento importante de las nuevas generaciones, y que se expresa casi de forma cinematográfica en la escena en que Puddy Pimblett, “un hombre que pelea”, le habla a la ferviente multitud sobre la sensibilidad secreta de los hombres.
¿Hablemos?
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LINK video Puddy Pimblett: https://www.instagram.com/reel/CgZ_5MaFk1w/?utm_source=ig_web_copy_link
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Una reflexión escrita por Joaquín Urzúa, psicólogo clínico y miembro de Grupo Clínico Sur.